Abreviando el sueldo que le queda
se encalló su mundo a la cartera
y va a viajar en prostático afluente de la mar,
en imán de la frontera, en escalas industriales
de novelas, en el templo que biblió
su corazón de biblioteca, la señora que lo mira
indiferente como a un mueble que perjudicó
el presente, forma parte del paisaje escultural
en un mural de lectores obligados, de estudiantes
estampados en busca de un aprobado
y allí teje la ilusión, vagabundo de las horas
entre las hojas de un amor que va variando
según los lomos, versos o universos de la prosa
según el día acaricia la novela o poesía
y allá estático y mugriento destejiéndose
en alientos de emociones, personajeando estilos,
adorando domicilios desterrados, impregnándose
en pasados de principios, va sumando los finales
alterándose de sueños incapaces, es ratón de biblioteca,
es araña porfiada en una tela literal del pasaje
visceral que le dan las letras.
Y al llegar a casa pesa la palabra que es hogar,
sin luz ni agua, prende vela en el salón
y se va a la habitación a llorar de pena
a domiciliar su angustia deshojada
a poner otra palabra a la novela empezada
a creer en la visión que un poeta tan leído
no tenga su recorrido en la espesura de
tantos libros basura, el alma forjada
en la estancia numerada de las hojas
que sus ojos literarios de este amor
que es un agravio y no da para comer,
el estomago vacío en un cuerpo desnutrido
y con el sueldo que le queda
echa al aire a la moneda: ¿cara o cruz?
y se apaga la luz...
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