viernes, 21 de mayo de 2021

Que se pasa hambre comiendo poemas

 

Abreviando el sueldo que le queda

se encalló su mundo a la cartera

y va a viajar en prostático afluente de la mar,

en imán de la frontera, en escalas industriales 

de novelas, en el templo que biblió  

su corazón de biblioteca, la señora que lo mira

indiferente como a un mueble que perjudicó

el presente, forma parte del paisaje escultural

en un mural de lectores obligados, de estudiantes

estampados en busca de un aprobado

y allí teje la ilusión, vagabundo de las horas

entre las hojas de un amor que va variando

según los lomos, versos o universos de la prosa

según el día acaricia la novela o poesía

y allá estático y mugriento destejiéndose

en alientos de emociones, personajeando estilos,

adorando domicilios desterrados, impregnándose 

en pasados de principios, va sumando los finales 

alterándose de sueños incapaces, es ratón de biblioteca,

es araña porfiada en una tela literal del pasaje 

visceral que le dan las letras.

Y al llegar a casa pesa la palabra que es hogar,

sin luz ni agua, prende vela en el salón 

y se va a la habitación a llorar de pena

a domiciliar  su angustia deshojada

a poner otra palabra a la novela empezada

a creer en la visión que un poeta tan leído

no tenga su recorrido en la espesura de

tantos libros basura, el alma forjada

en la estancia numerada de las hojas

que sus ojos literarios de este amor

que es un agravio y no da para comer,

el estomago vacío en un cuerpo desnutrido

y con el sueldo que le queda 

echa al aire a la moneda: ¿cara o cruz?

y se apaga la luz...




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