En mi pecho de gorrión
late un corazón desconocido,
la perpetuidad se desvanece
y pronto el palpitar como
a cuestas de la mar que no hace orilla
deja de pulsar y se hace a las estrellas
que no brillan.
La sed y la furia, a la vez en rabia, que la carne anhela solo sirve viva, liba su lenguaje al primer mordisco, un disco de lana, que escu...
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