Parda fue la lengua a la par que sucia,
que tierna su astucia como la desea.
En sus labios crea un millón de besos,
pesos de la mira que retira en perla
para verla siempre vestida de estrella.
Estela del ojo, párpado que crea
la vela en la luz de ataúd de horas,
de mora en el tiempo, su mancha escarlata,
la plata en la leche que cuece su pecho
su lecho materno. Lo tierno que muere.
Carta de una pena, solo sufre y cuenta
que lo que reinventa es su amor secreto.
Veto de sus ciernes sueltos en rosarios.
Y obligar al llanto, un timbre de encanto
que salta a la nota, en su copa alta se bebe la entraña.
Y escuchar que llora, que mora el cristal,
que doblan los ojos como dos puñales.
Llaves de lo ciego para cerrar las puertas.
Ya ve que no mira luego lo detalla.
Talla de la mora.
Botes de compota. Vomithadas.
Hadas taciturnas se turnan la flora.
La flor de la arcada. Destaca la daga.
Lo draga y lo mata cuando se enamora.
Morador del sueño que brinda la entraña.
Y canta con lupa que la culpa agranda.
Demanda el lamento, reír sin disculpas.