Lentamente aprendí del lenguaje del amor
y de la brillante oscuridad del sexo
como dos cosas perfectamente simétricas.
Aprendí que el desamor es más implacable que la ira
y que lo que empieza en caricia puede acabar en tortura...
A valorar el miedo y temer por desconfianza a saber
que la bondad es un don y no algo heredado, descubrir la maldad
y el egoísmo innecesario, que para ser feliz hay que dejar entrar a la estupidez
que la ignorancia baila lento con una felicidad no valorada...
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