lunes, 13 de septiembre de 2021

Las dos muertes de un renacido

Del recuerdo viejo, el pueblo cansado,
triste y ocupado en su propio auxilio.
De casa de bloques de perfil de obreros,
de una mina abierta de explotada tierra
que le da a la piedra el color del yerro.
Y el niño que empieza a sentir la vida,
de emoción perdida de los criaderos,
recuerdos de cuna y fases ausentes
(del beso en la frente y frontal caricia).
Del paso anunciado que es golpe de mueble,
del camino a golpes de carne de barro
recién esculpido.
Asomarse al mundo en una casa loca,
de un padre borracho, la madre que chilla
y el chiquillo nuevo que ve que este infierno
marcará su vida.
El crecer distinto del desacertado
que ha normalizado días de peleas,
de gritos, de aullidos y de platos rotos,
de la suerte lenta de que la apariencia
es puertas afuera, en un armazón
de lo que sentir guarda un corazón
de amor infantil; dentro y encerrado.
Todos son penumbras, insultos y duelos,
el precario auxilio es un domicilio
 que habitan los libros.
Y en la paz doblada de páginas rotas,
va haciendo la vida de copia querida
de amor a las letras.
Y la pubertad, la autoexploración,
es una canción que nace a la sombra,
el pecado es ser, el pecado amor,
el triste insinuar de que a quien amar
ha de ser mujer.
Encogido ser de lo malformado,
va haciendo mayor la puerta al dolor
que nunca ha cerrado.
La recomprensión de lo está bien,
de lo que formado aunque esté doblado
tiene que crecer.
Ver cerca la muerte y la comprensión
que en un mañana este cuerpo vivo
 puede ser de entierro,
que algunos amigos de tu mismo año
también se murieron.
En notas a pie de verso
en versos de pies de notas,
con las manos medio rotas
arrancando nacimientos...
Enterrar el mundo para un renacido
es morir dos veces y perder con creces
el mundo querido...que tienes en frente...

 Del recuerdo viejo, el pueblo cansado,
triste y ocupado en su propio auxilio.
De casa de bloques de perfil de obreros,
de una mina abierta de explotada tierra
que le da a la piedra el color del yerro.
Y el niño que empieza a sentir la vida,
de emoción perdida de los criaderos,
recuerdos de cuna y fases ausentes
(del beso en la frente y frontal caricia).
Del paso anunciado que es golpe de mueble,
del camino a golpes de carne de barro
recién esculpido.
Asomarse al mundo en una casa loca,
de un padre borracho, la madre que chilla
y el chiquillo nuevo que ve que este infierno
marcará su vida.
El crecer distinto del desacertado
que ha normalizado días de peleas,
de gritos, de aullidos y de platos rotos,
de la suerte lenta de que la apariencia
es puertas afuera, en un armazón
de lo que sentir guarda un corazón
de amor infantil; dentro y encerrado.
Todos son penumbras, insultos y duelos,
el precario auxilio es un domicilio
que habitan los libros.
Y en la paz doblada de páginas rotas,
va haciendo la vida de copia querida
de amor a las letras.
Y la pubertad, la auto-exploración,
es una canción que nace a la sombra,
el pecado es ser, el pecado amor,
el triste insinuar de que a quien amar
ha de ser mujer.
Encogido ser de lo mal-formado,
va haciendo mayor la puerta al dolor
que nunca ha cerrado.
La re-comprensión de lo está bien,
de lo que formado aunque esté doblado
tiene que crecer.
Ver cerca la muerte y la comprensión
que en un mañana este cuerpo vivo
puede ser de entierro,
que algunos amigos de tu mismo año
también se murieron.
En notas a pie de verso
en versos de pies de notas,
con las manos medio rotas
arrancando nacimientos...
Enterrar el mundo para un renacido
es morir dos veces y perder con creces
el mundo querido...que tienes en frente...


Del recuerdo viejo, el pueblo cansado,
triste y ocupado en su propio auxilio.
De casa de bloques de perfil de obreros,
de una mina abierta de explotada tierra
que le da a la piedra el color del yerro.
Y el niño que empieza a sentir la vida,
de emoción perdida de los criaderos,
recuerdos de cuna y fases ausentes
(del beso en la frente y frontal caricia).
Del paso anunciado que es golpe de mueble,
del camino a golpes de carne de barro
recién esculpido.
Asomarse al mundo en una casa loca,
de un padre borracho, la madre que chilla
y el chiquillo nuevo que ve que este infierno
marcará su vida.
El crecer distinto del desacertado
que ha normalizado días de peleas,
de gritos, de aullidos y de platos rotos,
de la suerte lenta de que la apariencia
es puertas afuera, en un armazón
de lo que sentir guarda un corazón
de amor infantil; dentro y encerrado.
Todos son penumbras, insultos y duelos,
el precario auxilio es un domicilio
 que habitan los libros.
Y en la paz doblada de páginas rotas,
va haciendo la vida de copia querida
de amor a las letras.
Y la pubertad, la autoexploración,
es una canción que nace a la sombra,
el pecado es ser, el pecado amor,
el triste insinuar de que a quien amar
ha de ser mujer.
Encogido ser de lo malformado,
va haciendo mayor la puerta al dolor
que nunca ha cerrado.
La recomprensión de lo está bien,
de lo que formado aunque esté doblado
tiene que crecer.
Ver cerca la muerte y la comprensión
que en un mañana este cuerpo vivo
 puede ser de entierro,
que algunos amigos de tu mismo año
también se murieron.
En notas a pie de verso
en versos de pies de notas,
con las manos medio rotas
arrancando nacimientos...
Enterrar el mundo para un renacido
es morir dos veces y perder con creces
el mundo querido...que tienes en frente...
Del recuerdo viejo, el pueblo cansado,
triste y ocupado en su propio auxilio.
De casa de bloques de perfil de obreros,
de una mina abierta de explotada tierra
que le da a la piedra el color del yerro.
Y el niño que empieza a sentir la vida,
de emoción perdida de los criaderos,
recuerdos de cuna y fases ausentes
(del beso en la frente y frontal caricia).
Del paso anunciado que es golpe de mueble,
del camino a golpes de carne de barro
recién esculpido.
Asomarse al mundo en una casa loca,
de un padre borracho, la madre que chilla
y el chiquillo nuevo que ve que este infierno
marcará su vida.
El crecer distinto del desacertado
que ha normalizado días de peleas,
de gritos, de aullidos y de platos rotos,
de la suerte lenta de que la apariencia
es puertas afuera, en un armazón
de lo que sentir guarda un corazón
de amor infantil; dentro y encerrado.
Todos son penumbras, insultos y duelos,
el precario auxilio es un domicilio
 que habitan los libros.
Y en la paz doblada de páginas rotas,
va haciendo la vida de copia querida
de amor a las letras.
Y la pubertad, la autoexploración,
es una canción que nace a la sombra,
el pecado es ser, el pecado amor,
el triste insinuar de que a quien amar
ha de ser mujer.
Encogido ser de lo malformado,
va haciendo mayor la puerta al dolor
que nunca ha cerrado.
La recomprensión de lo está bien,
de lo que formado aunque esté doblado
tiene que crecer.
Ver cerca la muerte y la comprensión
que en un mañana este cuerpo vivo
 puede ser de entierro,
que algunos amigos de tu mismo año
también se murieron.
En notas a pie de verso
en versos de pies de notas,
con las manos medio rotas
arrancando nacimientos...
Enterrar el mundo para un renacido
es morir dos veces y perder con creces
el mundo querido...que tienes en frente...
Del recuerdo viejo, el pueblo cansado,
triste y ocupado en su propio auxilio.
De casa de bloques de perfil de obreros,
de una mina abierta de explotada tierra
que le da a la piedra el color del yerro.
Y el niño que empieza a sentir la vida,
de emoción perdida de los criaderos,
recuerdos de cuna y fases ausentes
(del beso en la frente y frontal caricia).
Del paso anunciado que es golpe de mueble,
del camino a golpes de carne de barro
recién esculpido.
Asomarse al mundo en una casa loca,
de un padre borracho, la madre que chilla
y el chiquillo nuevo que ve que este infierno
marcará su vida.
El crecer distinto del desacertado
que ha normalizado días de peleas,
de gritos, de aullidos y de platos rotos,
de la suerte lenta de que la apariencia
es puertas afuera, en un armazón
de lo que sentir guarda un corazón
de amor infantil; dentro y encerrado.
Todos son penumbras, insultos y duelos,
el precario auxilio es un domicilio
 que habitan los libros.
Y en la paz doblada de páginas rotas,
va haciendo la vida de copia querida
de amor a las letras.
Y la pubertad, la autoexploración,
es una canción que nace a la sombra,
el pecado es ser, el pecado amor,
el triste insinuar de que a quien amar
ha de ser mujer.
Encogido ser de lo malformado,
va haciendo mayor la puerta al dolor
que nunca ha cerrado.
La recomprensión de lo está bien,
de lo que formado aunque esté doblado
tiene que crecer.
Ver cerca la muerte y la comprensión
que en un mañana este cuerpo vivo
 puede ser de entierro,
que algunos amigos de tu mismo año
también se murieron.
En notas a pie de verso
en versos de pies de notas,
con las manos medio rotas
arrancando nacimientos...
Enterrar el mundo para un renacido
es morir dos veces y perder con creces
el mundo querido...que tienes en frente...

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