Al principio les quería tener todo el rato, así que intentó hacer zombis pero al primero después de taladrarle el cráneo e inyectar el ácido se le murió, el segundo se escapó al ir a por unas cervezas, que suerte de polis que tragaron el cuento de que era su novio así que le inyectó más ácido, murió al de una hora, no volvió a intentarlo y pensó en un altar, además estaban sus gustos, tan necrófilo y su esplacnofilia, se compró un arcón y una hoya industrial, para cocer sus cosas pero aquel olor a carne podrida, al olor de muerte ese olor que a él tanto le gustaba que no reparaba que el hedor llegaba hasta sus vecinos;
es que se ha roto el congelador y se le ha estropeado la carne, pues pudiera ser Jeff un asesino, su respuesta no, y alguien escapó y trajo a la poli, diecisiete chicos.
El pobre monstruo murió dos años después de su encarcelamiento por diecisiete cadenas perpetuas, le mató un preso con una pesa de gimnasio como asesinó él al primer chico, se cierra el círculo de muerte de hierro, de sesos, de mano asesina...
La otras caras de un asesino
Tony Spencer
Para Canibalabares peculiares. La revista.#psicosisred
sábado, 15 de octubre de 2022
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