miércoles, 3 de julio de 2024

Mody Bruster

 

Mody arrastró su carro y sorpresa, por lo que apreciaba desde allí, los zapatos, los pantalones y la gabardina, así por lo bajo setenta pavos, una cena como dios manda y tal vez una cama en pensión de Nuez ¿Qué coño?

Lo que sea le está destrozando la gabardina, resta veinte pavos, joder que no llegue a los pantalones, un riachuelo de sangre abriéndose como una flor temprana bebiendo el rocío, jirones de tejido muerto que se adhieren al suelo como lágrimas pegajosas..

Unas garras asimétricas que cortan y asen, como tenedores patéticos, y el ruido de deglutir y triturar ¿Por qué piensa en una hormigonera llena de troncos de madera? Corre Mody, la estúpida en tercera persona del singular, allí pasmada con sus pensamientos oblicuos. Nada, solo el cuajo purulento de una imaginación podrida, recuerda el lugar sin ventanas y habitaciones siempre cerradas, ella conoce el infierno y antes muerta que volver, total si ha de morir ¿Puede renacer? Y apareció Britany con el morro manchado de sangre, oh pequeña, por lo menos los zapatos, acarició a la gata, la subió al carro y avanzó hacia la noche desnuda, mira Bri, la luna de cabras...

La vieja Mody, la niña Bruster, oh, no me suena como a frufrú de atardeceres de rupturas y otros lindarios.

El ardor paciente, complaciente y grave, de una fuente enfebrecida, que mira cada día la esperanza de no volver a ver la misma muerte, sí suerte estupefacta de ilusiones si niña de poemas y oraciones de fuente de locura en su conducta, sí la trepanación no es suficiente

Azulejo roto en una habitación blanca

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