Érase una vez que así no se fuera como prisionero de la propia vida. Así reconoce que al tocar las doce de la medianoche, todo se hizo coche para su viaje, con tanto equipaje parece cansado, no le han consolado, ni lo suficiente, porque en el peligro, te olvida y te quiere.
Si puede te ama, te llama y distingue, y alivio sincero que hace que lo quieras. Ese hombre verde se pierde en la hierba, se mojan sus ojos sus hojas nos lloran. No hay raíz profunda ni esencia de ramas. Las tramas no cantan, no cuentan tesoros. Los traumas espantan.
Era un no lo sé que hace que lo quieras. Porqué lo suplantas para florecer. Encerrado y libre, tan terrible era. De cualquier manera merma su terror. Su miedo enfermizo de fiebre y pasión. En su corazón bailan mil demonios. Posesión preciosa.
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