La cuna que mece, estremece el sueño, empeño y castigo, martirio del alma, que el amor alarma y amarga el binomio, bisoño el cariño, lo bello y furtivo, de amar en secreto, al primer objeto de la virgen carne, que hace lo que place, que hace que desea
que sea de seda de la voz sedada, a la piel que inspira al tacto afectado a hada el placer de suelta y derrama, arranca y desprende, araña y destroza estela de poza, embozo de sueño de empeño en lo atroz, el horror dorado.
Prorrumpe el sueño como si la saña, acaso la entraña no fuera la mora, que así se celebra además de amarlo, resumir el celo y volver a odiarlo. Morador de objetos para los secretos como enterrador. Ente remilgado disiente el milagro porque no lo siente. Exequias reliquias.
La hermética caricia del olvido que vuelve a corromper una fragancia. La seña y la senda que aquello que aprenda, sirva para soñar, que puede alcanzar todo lo que piensa. La estética amargura del presente que vuelve de asentir una distancia.
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