La vida nos castiga, nos aprieta, en una soga quieta jugamos al sillón ¿Quién pone la intención en torno al cuello?
Anuncia a la región lo venidero la triste anunciación que en este corazón ya no hay consuelo. No hay pila bautismal ni suficiente agua bendita cuando el pecado es un altar maligno, maldita postura. La cura está loca bienvenido al trueno.
A costa de la mar que no hace orilla, deja de pulsar, se hace a las estrellas que no brillan. Lento, un baile de amor roto, un tejado en un cielo inesperado, interés de lo guardado, la renuncia del deseo interesado, las horas de guardar a la presencia.
De la cama falda, sabanas de lino como piel de carne que cubre el tocino. En un testamento escrito en fluidos, el amor perdido, se encontró en los labios. Y en la cama sexo y el seso dormido, el sueño prohibido excreta el sentido de la flor del pecho.
Luego en la batalla alguien calla algo y al final el cargo es oír su muerte. Canto sin doctrina, la voz le domina cada uno de ellos encuentra un encanto, solo el solivianto antes de cumplirlo al cuanto te temo que te quiero lejos, el mundo es de espejos donde nunca miras.
La mira retrata, la cara lo oculta. Y si fuera justo y en aquel conducto llenar su agujero, al placer entero destrozando previo de legar retenga que contenga y sienta que este cuento es mío.
Porque lo ha querido poner al empeño, fijo de los sueños, los pocos luceros de aquellos te quieros, que nunca ha tenido, y al recuerdo oírlos por sentir quererlos.
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