I. Entrar a la voz con la nota tensa,
y aquello que siente, se lo representa
al pulir los versos, que se abren al tiempo
que al calor te tocan, solo de una poca
para sus efectos y al soneto oprime
que aquello le exime de cantar en ruegos.
Hasta dónde llega ni puede ni quiere,
ni sueña en conjunto, obscuro y callado.
Como cetro oscuro en el trono siente
como se hace puro el frío lamento,
como un juramento que suma un capricho
y aquello que es nicho de morir de viejo.
Moderar el llanto y al sentir tan alto,
al gritar de pronto, suena un alarido.
Al dolor pulido del brillo del llanto,
al canto espantoso que suena en la noche,
al eco que esconde el miedo perdido,
al pelo en la piel que al oír lo mata,
y trata en la cana la cama en lo blanco.
A lo estanco y puro.
La escena del malo recuerda un lagarto
todo un cuadro en moscas y encantos de grillos.
Logrillo maniaco, le saco el cuchillo, diez mil puñaladas.
Las hadas heladas vendían sus dientes.
Y un ente de paz que el mundo destroza.
Un piso en la luna, que vende la abuela.
Pingrate Fulldead Head.
II. Dos canciones para un réquiem.
Saturnal ensanche, la semblanza tersa
en la cara persa le pesa en los ojos,
son rojos o negros al color se lloran
aquello que moja es sangre o es tinta.
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