miércoles, 16 de julio de 2025


Lucecita sobria de amparo de luna,
esta noche hay bruma para el que lo sueña,
llega en el silencio, te ampara e implica,
que aquello radica, a la luz prodiga que invade tu celo.
A vuelta la cuna, al poder de hambruna sobre sed de siento.

Alivio y desespero, o desencanto,
que fundido al llanto, solo de agonía,
que brinda alegorías emotivas,
que vivas de jurar que la belleza,
se puede conjurar en el placer,
puede parecer que es un pecado
que solo lo ha tocado original,
el alma del mortal que lo desea.

Así lo que proyecta solo es fe de aquello que se fue de la tormenta. Crecer en el llanto, estudiarlo tanto, el quebranto interno del dolor cogido, que destroza el ruido y al calor escuece, en la piel deleite de aceite fluido, sobre abarca y crea, aquella marea de su sufrimiento.

Suponer poniente que aquello es la suerte cuando le interesa, el mundo es la fresa y espera en los dientes el rato caliente de fuentes de sangre. Destaca arquetipo. Tarro y mermelada, de dulzor de abuela. Escuelas de parte que imparten, no enseñan, a ser estudiantes.

Amigo un secreto, un contar intenso
al conocimiento que prima el rumor,
que el amor apremia que aquello despega
hacia sus deseos, al tacto el anhelo
en virtud despierta para verse vivo,
servido a la luz, de cualquier tormento.

Como miel velada, como piel que toma
como magma aroma de la mermelada,
como jugo grueso que conforma el peso
del primer contacto, que al salmo del gusto
se ajusta a la boca y en la lengua toca
como campanada, como salva y sale
que aquello equivale el primer amor.
Algo posterior que busca el aquello.
Su bello despiece, que cuecen las aguas.

Siervos del relato. La grama lo borra que así se atiborra bajo su presencia. Vientre sin querer de arquear las sombras. Carcoma insurrecta. La fiesta sencilla. Al sopor vigilia que mira y delata, aquella la trata que espera el antojo, y el ojo no mira, se retira y pasa.

Al siervo el espliego y al ergo un espejo,
la mira en secreto y ve el espejismo de su corazón.
Estrella refugiada del amar, la canta de sirena
en cuento ajeno que postula el veneno del olvido
de aquello que ha dormido en una estela.

Anclar en la voz, sublime en el canto
y entregar el llanto de la entonación,
suena como viento de tienda de labios,
que al gusto es sorpresa como miel de jerga,
de lengua que explora que llega a la hora
a morar su cuerpo, al espasmo abierto
sobre la cintura, en las apreturas de lo derramado.

Alquilar la culpa, ocupar tristezas,
sentar a la mesa la carne en suspenso.
Al río la vena y a la buena sangre,
corrientes de sed de lo que marea.
Lacra de sirena, que resuena en pena una campanada.

Allá donde posaba la belleza,
alteza de su trono del hogar
que tiene que escapar como sorpresa
de aquello que regresa para matar.
Y tiene que ocultar que no se escucha
que aquello es una lucha silenciosa.

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