miércoles, 30 de octubre de 2024

¿En qué costilla vertebraba su corazón sin latidos?

 

La casa de soñar está vacía, hacía del vacío que reviva que liba la libranza de sus celos, al cielo que lo salva y desocupa de la casaca oscura de su gremio el premio del apremio del horror.

Era el altavoz de sus dolores, también se hicieron flores para sufrir, que tienen a lucirse con la pena de la consecución de las heridas. También fueron cedidos al amor; sueños conseguidos, como si la ropa, tapa o te desnuda.

Muda como piel de un mantel menudo, sudor de arrimar que libra la atención de sus abrazos a trazos que deliran por amar que va a inspeccionar a ser aquello de todo lo que es cuello o es collar que viene de arrancar de lo mordido. Morbo por moldura como la sepultura del estorbo.

Torvo por postura como la soltura de la libertad. Y pasa cuando casa como verso que todo el universo se traspasa y casa que mañana de juguetes si lo que le promete no es horror, si tiene sus honores en tinieblas.

Si niebla a la atención cuando decora el vaho improcedente que enamora. Y no, centella sino estrella corriente. ¿En qué costilla vertebraba su corazón sin latidos?

Platos de plata para sopas de oro. Hay sal de diamantes y amantes de azúcar, no hay fronteras de palabras que sirvan al apunte del amor que solo el corazón en una nota la cota de aplicante replicado de lo que suma voces de un te quiero.

Objeto de su sueño embaucador que puso con la barca su poeta que meta una moneda al corazón así como misión emulsionada que ve que se amanera, se deslengua que mengua en los placeres de lo propio, a voluntad de rima de arrimar al rema por la fuente que lo mima.

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