Y todo lo que he dicho y no es real será que la verdad es un capricho que tiene voz y nicho de su ser que puede contener sin concebirlo.
Tiene como sueño la noche tan corta que a nadie le importa si el mundo es pequeño.
Es sonido y verso, es perverso al gusto, busto del deleite, como aceite arte.
Supón que lo aciertas y encuentras guardado, lo amado hasta nunca; tu nuca y mi mano.
De tus labios mana ahora la voz, del verso que desgarra tu garganta, inspira para que pueda respirar y tengo que olvidar cómo se habla, la magia sobre todo es escuchar.
Como espectador, dado a sus ojos, con cuántos antojos, le miró el amor. Y al saber desnudo le ayudó en la piel con su fiel caricia.
De todo aquel sentir que era avaricia, de lo que se estropea si no se usa, de todo lo que abusa en el poder, que puede someter a quien se quiera, y fuera una manera de doler. Dos mil noches de suplicios.
Y al dolor inflama como llama ajena que lo que enajena es quizás placer.
Al lobo y el bosque, bosqueja la luna que amarga la cuna de muerte temprana.
Volver a delinquir con mi desgracia, a gracias sin volver en el poema, a tema resolver en su ignorancia, que tiene la distancia en edición, que ya tiene razón como poeta.
Que libra la tensión su equidistancia. Que tiene petulancia subjetiva, que viva pusilánime y ecuestre de lo que se demuestre su bovino. Y a cierta distancia, todo era carnaza.
Ausencia supina estima la clase, como vaciarse de arropar costumbres. De niebla tenebrosa en el portal. Por tal de la penumbra diamantina.
Que darse por entero todo el ser, quedarse y asentar el mundo entero.
Más tarde cuando vuelva di que no me he ido si vengo rendido a que me resuelvas.
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