Voltear el duelo que el rigor lo encubre que cubre y que tapa como majadero del primer regalo. Y esta voz se corta adopta su duelo a contra de serlo se sirve del ruego, delego de parte lo que nuestra es nunca, la culpa aceptada.
Fuera el estandarte de lo que moría, que todavía ruedan como horas de aquello que llora, no atesora el llanto, ni el canto tan triste que al oír te nombra, que pone a la sombra la suerte de objetos. Tonos posesivos para un sufrimiento.
Cargar con la culpa casi todo el verso, al confiesa el hilo porque cose y tensa porque piensa existe e insiste a la voz, a sus labios tronos la corona en besos, al peso en honor del pudor maestro, en su santa llama la cama yaciente como cenicienta la violencia en fuego.
Del dolor de gotas en aquellas cotas todo es inundable, te hable de sirenas de las luces vueltas de lo que ya ha muerto. Desierto de sombras. Bajo un paradero. Los primeros llantos, de cantos de coros. Decorado sordo, todo era abordaje.
Y al miedo que llora de lo que le aterra, a lo que se aferra el llanto que explora, que en la niebla viste que a los ojos cobra, como una mordida cuando el hambre tensa, e intenso en el diente, el placer es carne. De la luz lucera se luciera entero. Néctar de la perla.
Ensayados mudos desnudos y a cuadros en sombra y jaez de ajedrez de espacios de espacios al nervio de paro y repara que ampara una noria y la historia gira de forma contraria lo que la enmilagra con la voz copiada de su bienhechora de lo que se ahorca la torca paloma
la loma y el puerco la toma del puerto por cerdos albinos borrachos de Marte apartan la luna y en la cuna rabia la patria del mal que igual no se crea solo sal y tiembla no ves que refresca esa voz de celo sobre la agonía de triste epopeya. La saca tremenda de lo que ha mentido
Al entrar en piel todo aquel admira y en la misma estira que pone al recelo y el cielo se abre delante del ojo que al momento alojo todo lo que crea.
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