martes, 3 de junio de 2025

 

Al encanto en grito de la soleá,
de asolar la luna y en vez de una nana,
llora en una cuna, al alba de plata,
que aquello que siente solo cuente pena,
en el río suena, va fresca la risa,
y va más deprisa sin tener decencia,
ausencia y limita, delimita el canto.
Ay, por ahí no ir.

Solo con el llanto, la rima y el salto,
la nube, el taranto, de pisar que suena,
como una azucena recién arrancada,
y en la voz amarga la carga consuela,
y aquello que duela, al canto es mejor,
es hacer escuela, es cuento de abuela
para dormir peor. Allá venía y se fue a callar.

Al canto que calla, que es la voz de piedra,
a garganta cueva de dientes de agua,
fraguar con la lengua, en el paladar,
va a obrar en el gusto su grato exquisito,
y lo que se excita es la gravedad
no lo que es ya grave, no sabe, no diga.
Bendición posesa, procesa el diablo.

Sumisión temprana bajo la mañana todos son encantos.
Los sueños no riman, son lo que tú quieres.
Herirte tres veces, dos veces y un eco, hueco y luego nada...

Al retorno oscuro del hechizo harto,
parte con la furia, la rabia remota,
que aquello rebota como una explosión;
de intención preciosa y ver como estalla,
talla de la luz, la propia belleza, solo fue leyenda,
cuentan que cantaba, soleares primas, casi paralelas.

La copla y acople del hedor del eso,
de pudor sudado a la mano en flor
con todo el calor del dedo encendido
a la luz del nido como si un sonido,
se ha dormido amor.

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