Pecado de placer que se hizo carne, y pálpito cruel de su existencia, de poca resistencia ante el placer, el tierno renacer de la querencia, un yugo delicado en la garganta, que planta en el regalo sus dechados, sus jugos ahogados.
Una mancha borda y aborda su amor cada pocas gotas. Al placer no nota su cota a nacer en la mano torva se entornan sus mieles. La magia es cariño lo rinde la gracia, al poder espacio como una odisea.
O di sea el cielo de cocer estrellas. Joyas de la piel, la luz de los ojos.
El miedo ideal como tal terror, la sal del horror de lo personal.
Recuerdo tu canto como me encantabas que cuando escuchaba lloraba de amor de nombre a la voz que algo se nos rompe.
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