Con mis manos llenas de ti, con los dedos impregnados de fragancias, de aquellas discrepancias de caricias que sufren la avaricia del destrozo. ¿Quién siente por pudor estremecido? De aquel inventariado de lamentos. De aquello socorrido de los gozos.
Aquella música sacra de la cama, entona en el gemido notas altas, como lo que se asalta al corrimiento que sufren al momento cuando yacen las yuxtaposiciones de sus cuerpos. Y mengua al corazón que lo hace bruma la espuma de gozar las fantasías.
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